El mundo de los libros también tiene que conocerse desde las rarezas, lo increíble, lo asombroso y lo absurdo. Los libros no siempre son solo lo que algunos creen, casi siempre son más, tal vez por eso muchos llevan en su lomo aventuras más raras que las que cuentan sus páginas.
Con los libros sucede lo mismo que con aquellas personas que creen que alguien, ya sea por su forma de vestir o por sus silencios aterradores o por tener una cara adusta, son gruñones y aburridos; pero no es así, apenas se abren y se rompe la barrera del prejuicio, se descubre un mundo inimaginable. Las personas y los libros, para entenderlos mejor, hay que abrirlos, hay que explorarlos desde los detalles ocultos y encantadores que no son evidentes a primera vista.
Por eso me resultó fascinante el libro del bilbaíno Juan Carlos Díez: "Libros malditos, malditos libros ", editado recientemente por la editorial Piel de Zapa, porque a través de pequeños ensayos muestra las cosas secretas de ciertos tesoros. Tal vez sepan, por ejemplo, que a lo largo de la historia los libros han vestido ropajes de serpientes, morsas o tiburones, esto, según los ingleses, se llama "encuadernación antropodérmica"; lo que muchos no saben, yo no lo sabía, es que además de estas pieles también estuvo de moda la encuadernación con piel humana. Se dice que hay libros de Milton y Dumas forrados de esta forma, al igual que ciertas obras del Marqués de Sade, con un pequeño detalle, la piel utilizada fue la de los pechos de mujeres fallecidas.
Díez cuenta historias de libros grandísimos como el "Atlas de Carlos II", que está en el Museo Británico y mide 1.76 centímetros; pero también cuenta la historia que refiere Cicerón sobre aquel hombre que escribió la "Iliada" en un espacio tan reducido que cabía en una cáscara de nuez. Historias de libros tan pequeños como el más pequeño desde 1896 impreso en tipografía: "La carta de Galileo a la señora Cristina de Lorena ", que mide 15 milímetros de alto por nueve de ancho y tiene 24.102 caracteres.
Está la historia de un libro que irrumpió en 1838, el Codex Rohonczi, pero que aun hoy no ha podido ser leído por ilegible. Si alguien quiere intentar descifrarlo está en la Academia Húngara de ciencias de Budapest. Se cuentan detalles de la desgraciada vida del poeta Dante Gabriel Rossetti, del diario encriptado de Samuel Pepys y de los estragos que han ocasionado las erratas. Apenas un dato: la primera edición del Quijote alberga la respetable cifra de 3.925 errores.
Este libro de cosas interesantísimas finaliza acertadamente con una frase del poeta José Emilio Pacheco: "Lo compré hace más de 15 años. Pospuse la lectura para un momento que no llegó jamás. Moriré sin haberlo leído. Y en sus páginas estaba el secreto y la clave". Definitivamente los libros nunca dejarán de sorprenderme.
Por DIEGO ARISTIZÁBAL | www.elcolombiano.com